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lunes, 2 de abril de 2012

El fantástico señor Fox



Es muy bueno ver el talento del director americano Wes Anderson trabajando al servicio de una historia que no es enteramente suya. The Darjeeling Limited y La vida acuática de Steve Sizou (sus dos últimos trabajos) fueron películas que, para algunos, se sentían ya demasiado forzadas, casi pretenciosas. Daba la impresión de que Anderson estaba empujando un poco de más su propio talento; de que estaba comenzando, un tanto temprano, a imitarse a sí mismo, y que la energía y vitalidad que tanto nos había contagiado con películas como Rushmore y Los excéntricos Tenembaum había desaparecido, de la mano de Owen Wilson, para siempre de sus guiones.
El fantástico señor Fox, con guión de Anderson y Noah Baumbach (director de la genial The Squid and the Whale, y co-guionista también de La vida acuática), no sufre el mismo destino de sus dos películas anteriores en las que una trama contraída se ve rescatada únicamente por los siempre geniales detalles visuales y el a veces forzado humor de su director. Acá, en cambio, estamos de comienzo a final atrapados no sólo por el clásico y genial relato de Roald Dahl, sino también por el humor, por los personajes, por el toque personal del que toda la película está contagiada. Anderson, que es (como se puede deducir de su fuerte estilo visual) un completo maníaco del control, está feliz en el formato que acaba de descubrir, la animación. Acá todo se siente cuidadosamente puesto en su lugar, y la manera en la que se mezclan distintos estilos e ideas y culturas (por ejemplo: todos los zorros hablan con acento americano, y los granjeros son ingleses) funciona de manera perfecta. Es, sin ninguna duda, la primera película de Anderson desde Rushmore en la que no hay una sóla línea que de pena ajena oír.
Y para los fanáticos de la animación está, por supuesto, también el detalle de que el formato que Anderson escogió para filmar su película es enteramente clásico, intentando usar los mínimos efectos por computador. Esto se siente a lo largo de la historia, y se siente bien. Hay algo de nostalgia, de tributo, y también de originalidad y coraje en la decisión del director por escoger el camino más difícil. Y es también esta la manera más justa de rendirle tributo al genial relato de Roald Dahl que, desde un comienzo, parecía tan difícil de adaptar.

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