Mi book de fotos...Para que nunca me olvides.

jueves, 10 de mayo de 2007

Pétalos Rojos




El fino rostro de la muerte, a mis espaldas yacía, como lúgubre presagio del fin de mis días.
De entre mis manos broto sangre oscura, manchada de odio.
Esta me susurraba al oído, una cruel venganza que deseaba extenderse en el mas allá.
Deseoso de partir lejos de aquella extraña habitación, corrí a la puerta, y cruzando por ella vi que todo era distinto a como era anteriormente.
Parecía tan tétrico, mi alma sollozaba de tristeza y me sentí muerto.
Muerto como la oscuridad que me invadía, pude verte, entre las negras cortinas, aquel rostro pálido, sin vida.
Te enterré en mi mente viva sombra de mi locura, cerrando mis ojos a tu cruel verdad naciente.
Pero era inútil tus lagrimas rojas mancharon mi alma. Y, convertido yo en un monstruo deje de ver con ojos de simple mortal, la complejidad del ser humano que alguna vez supe ser.
Tu grito feroz de odio irrumpió en mi, como la mismísima daga de la muerte, cortando mi respiración a cada paso hacia tu trono de horror, que frente a mi se presentaba.
De un momento a otro, recordé tus caricias, recordé tu amor, todo lo que fue, y rendido caí a tus pies.
De rodillas, y en el suelo, pude ver las marcas que mi fatal locura dejo en tus blancos pies, ahora muy lejos de este mundo, quizás.
Pero para mí, sigues presente, aunque ya no me aportas ternura, sino que deseas venganza.
Para no recordar aquel fatal suceso, que te llevo a la tumba deberé imaginar la manera de que me perdones, y así, ambos recuperaremos nuestras almas.
Entonces, me levante y con mi ultimo rezago de esperanza, extendí mis manos para abrazar el cuerpo dañada de mi amada.
Y pude sentirlo, tan frío como el mármol, tan triste como la muerte y tan muerta como sus manos. Sus manos, tomadas de las mías, como el dueño de un a muñeca jugando a la rueda, en una ronda de no mas de una vuelta, triste como mis lagrimas, moría entre palabras.
Pedí perdón, mirando al cielo, pedí y rogué clemencia. La blanca dama negra sonreía con sus pequeños labios de amatista, quebrada, bruñida, empobrecida.
Como una rosa, veo caer sus rojos pétalos marchitos y sobre la alfombra de estos danzamos juntos.
Su cabello, acompaña mi danza y la veo atenta fijo mirando el cielo.
De repente, en medio del baile su cabeza besa mi pecho y recuerdo que en realidad seguía muerta.
Entonces con furia la arrojo a un triste y desalado rincón en penumbras.
Con sus finos cabellos negros como la noche tejo en mi brazo una pequeña pulsera que poco a poco comienzo a sentir hundirse entre mi piel y los pétalos del suelo se pudrieron de odio e incertidumbre.
Colorid como el ocaso, la habitación y su cuerpo cubiertos de pétalos están, pero no son puros pues por mis venas han dormido ya.

1 comentario:

Diorg! dijo...

Hey... muy bueno el poema, aunque admito que el tema de la muerte no es muy feliz, pero a pesar de eso... hasta parece linda con la gramatica tan fluida de las palabras... a parte de eso.... ¿no seria bueno escribir algo este año?... jajaja.